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Ecos del silencio

Cuando calla la nieve
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DiegoAranda

August 21, 2025 (Reading Time: 5 min.)

La nieve había empezado a caer de madrugada, lenta y persistente, cubriendo de un blanco espeso los tejados inclinados de Valdemora. Desde la ventana del coche, Julián Ortega reconoció las primeras farolas que marcaban la entrada al pueblo. Llevaba más de veinte años sin volver, y sin embargo, aquella curva estrecha, la gasolinera abandonada y el puente de hierro oxidado sobre el río helado parecían haberlo esperado inmóviles, como congelados en el tiempo.

El motor ronroneaba débil, y el vaho empañaba el parabrisas. Julián bajó la velocidad al ver que la carretera se estrechaba por la acumulación de nieve. Había algo inquietante en aquel silencio tan perfecto, como si el mundo entero se hubiera detenido. Recordó, de golpe, la risa de Iván, su mejor amigo, aquel invierno de 1995 en que desapareció sin dejar rastro. La última vez que lo vio fue también en una mañana nevada como esa.

Apretó el volante.
No había venido para reconciliarse con los recuerdos. Había venido porque el periódico que aún se atrevía a publicarle artículos le había pedido un reportaje: “Misteriosas desapariciones en la España vacía”. Y Valdemora estaba en la lista, con un patrón demasiado preciso como para ser casualidad: una persona desaparecida cada invierno, siempre entre diciembre y febrero, siempre en circunstancias extrañas.

Entró en el pueblo. Apenas unas luces encendidas en las casas, cortinas corridas, chimeneas soltando humo tímido. El letrero de madera que rezaba Bienvenidos a Valdemora seguía allí, carcomido, inclinado hacia un lado. Bajo la capa de nieve, el lugar parecía un decorado intacto, aunque en el aire se respiraba un peso, una vigilancia invisible.

Estacionó frente a la vieja posada, que aún mantenía el mismo nombre pintado en letras descoloridas: Hostal El Encinar. Al salir del coche, el frío lo golpeó en la cara, y el sonido de la nieve crujiendo bajo sus botas le trajo una punzada de memoria. Iván, corriendo delante de él, dejando huellas que el viento borraba en segundos. Una voz que gritaba su nombre, perdiéndose entre los árboles.
Sacudió la cabeza y empujó la puerta de la posada.

El interior estaba iluminado con una luz cálida. Una chimenea crepitaba al fondo, y tras el mostrador, una mujer de pelo canoso levantó la vista de un libro.
—Buenas noches. ¿Habitación?
—Sí, para unos días —respondió Julián, dejando la mochila en el suelo.
Ella lo observó con una mezcla de curiosidad y precaución.
—No suele venir mucha gente en esta época. ¿Negocios?
Julián sonrió de lado.
—Trabajo. Soy periodista.

El silencio que siguió fue breve pero significativo. La mujer bajó la mirada, buscó la llave en un tablero de madera y se la tendió.
—Habitación tres. Piso de arriba. —Hizo una pausa antes de añadir—: Aquí no nos gustan mucho las preguntas.

Julián asintió sin replicar. Ya se lo esperaba. El pueblo entero había aprendido a callar. El pacto del silencio era parte de la ley no escrita de Valdemora.

Subió a su habitación. Las tablas crujieron bajo sus pasos. El cuarto era modesto: una cama estrecha, una mesa de noche, una ventana que daba al bosque. Se quedó un rato observando los árboles cubiertos de nieve. El viento agitaba las ramas y, en la penumbra, casi podía jurar que había sombras moviéndose entre ellas.

Encendió su grabadora de bolsillo y murmuró:
—Valdemora, enero de 2025. Diez de la noche. El pueblo se mantiene igual que hace dos décadas: frío, distante, lleno de secretos. Lo que me pregunto es si alguien se atreverá a hablar.

Apagó el aparato y se tumbó en la cama sin deshacerla. El viaje lo había agotado. Pero el sueño fue imposible: los recuerdos golpeaban, insistentes. Iván riendo, corriendo hacia el bosque. El eco de su voz perdiéndose. Después, nada.

Lo despertó un golpe seco en la ventana. Se incorporó de golpe. Afuera, solo nieve cayendo. Quizá una rama, quizá el viento. Aun así, la sensación de ser observado no lo abandonó.

A la mañana siguiente, salió temprano. El pueblo estaba envuelto en una calma espectral. Caminó hacia la plaza central, donde aún se alzaba la iglesia de piedra. El campanario marcaba las nueve, aunque no había visto a nadie más que a un par de ancianos que lo miraron con recelo antes de seguir su camino.

Frente al bar del pueblo, un cartel anunciaba café caliente y caldo casero. Entró. El ambiente era denso, con olor a leña húmeda y ropa mojada. Unos hombres jugaban a las cartas en silencio, levantando apenas la vista cuando lo vieron pasar. El camarero, un hombre robusto con bigote, lo recibió con un gesto seco.
—¿Qué va a ser?
—Un café, gracias.

Julián se sentó en una mesa cerca de la ventana. Sacó su libreta y apuntó algunas notas. No tardó en notar que las conversaciones apenas se atrevían a alzarse por encima de un murmullo. El único sonido claro era el golpeteo de las cartas sobre la madera.

Al poco rato, la puerta se abrió y entró una mujer alta, con abrigo oscuro y una bufanda que le cubría parte del rostro. Sus ojos, grises y firmes, recorrieron la sala antes de posarse en Julián. Caminó hacia él sin vacilar.
—¿Eres Julián Ortega? —preguntó, apartándose la bufanda.
—Sí. ¿Nos conocemos?
—No, pero he leído tu trabajo. Soy Laura Medina. Inspectora de policía.

Julián arqueó una ceja.
—No esperaba encontrar a la policía aquí.
Ella sonrió con un gesto breve, casi irónico.
—No esperes demasiado de nosotros. Oficialmente, en Valdemora no hay casos abiertos. Nadie desaparece, nadie habla. Pero… —bajó la voz— yo sé que cada invierno alguien se esfuma. Y creo que viniste por eso.

El corazón de Julián se aceleró. La inspectora se sentó frente a él y apoyó las manos sobre la mesa.
—Si realmente quieres escribir sobre Valdemora, tendrás que mirar donde nadie quiere mirar. Y te advierto algo: este pueblo protege sus secretos con uñas y dientes.

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Comentarios
  • TomAlborada's profile image
    TomAlborada Aug. 21, 2025, 1:58 a.m. En la última frase me gustaría algo más... "Tendrás que ver donde nadie quiere mirar".. creo que quedaría mejor. Gracias por tu historia, compañero.
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  • TomAlborada's profile image
    TomAlborada Aug. 21, 2025, 1:58 a.m. En la última frase me gustaría algo más... "Tendrás que ver donde nadie quiere mirar".. creo que quedaría mejor. Gracias por tu historia, compañero.
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